lunes, 12 de septiembre de 2011

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(...) Así fue como terminé con suero inyectado en mi brazo, con las batas algo reveladoras de los hospitales, sacada forzosamente de mi paraíso y metida en un mundo blanco con sonidos eléctricos y comida poco apetecible. Durante mi estancia en el hospital, a mi familia y a mí nos informaron sobre la diabetes y sobre cómo puede manejarse. Tuve que aprender qué podía comer y cómo inyectarme a mí misma. Incluso tuve que mejorar mis habilidades matemáticas para poder contar carbohidratos. ¡Estaba agobiada! En lo único que podía pensar era, "Tengo solamente 14 años de edad! ¿Cómo puede haber sucedido esto?" 
Tenía algo de miedo de volver al colegio, no sabía cómo reaccionarían mis amigos, o lo que dirían. ¿Qué pasaría si me rechazan por mi enfermedad? ¿Se burlarán de mi?  ¿Y que pasaría si un desnivel repentino de azúcar en la sangre me hiciera quedar en ridículo?
Al principio, no hablé mucho sobre mi diabetes, después todos estaban interesados. Y con la ayuda de los profesores, que siempre me apoyaron, le explique de que se trataba, incluso me pidieron que se lo explicara a los alumnos del ciclo de actividades físico- deportivas, finalmente, se lo “explique”. Me hicieron preguntas cómicas "¿Es contagiosa?" (no lo es) y "Espera, eso quiere decir que nunca puedes consumir azúcar?" (Yo puedo). Pero disfruté dándoles explicaciones y cuando tuve momentos de bajadas de azúcar en la escuela, mis compañeros se dieron cuenta inmediatamente y fueron capaces de ayudarme.  Ante la iniciativa de todos mis compañeros me propusieron en el instituto hacer una fotonovela en varios idiomas tratando el tema, cosa que aceptamos todos sin duda y la realizamos los alumnos de la Sección Bilingüe, fue un proyecto interesante, y muy divertido, y gracias a el ganamos varios premios…  

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